jueves, agosto 17, 2006

Dolor, sufrimiento y aprendizaje

"Las relaciones son un laboratorio viviente, para determinar si hemos aprendido nuestras lecciones; son oportunidades maravillosas de aprender, aunque difíciles".

Brian Weiss


Ya hace un tiempo, casi un par de meses, que he caminado algo desmotivado en mi relación con las letras y la lectura. Sin embargo, lejos de sufrir por el abandono de “mi quinto camino”, por el desapego a las letras y el abandono a las palabras; gozo, ya que aún sin letras, el corazón sigue más receptivo y entregado que nunca.

Ahora a pesar que leves molestias o dolores asoman por las lejanías, más que de las letras de las conexiones, comprendo de una extraña manera, casi a modo de revelación, la intrincada relación entre dolor y sufrimiento, bases esenciales para el aprendizaje y crecimiento.

“Si por ”dolor” usted quiere decir las sensaciones físicas y por”sufrimiento” las respuestas mentales que comporta, en tal caso puede afirmar que el sufrimiento y la felicidad mentales se sienten con más intensidad que el placer o el dolor físicos. Por lo tanto, es posible que la fuerza del placer o del sufrimiento mentales sea tan arrolladora que supere las sensaciones físicas … A veces aceptamos voluntariamente una cierta cantidad de dolor físico. Por ejemplo, para tener un cuerpo sano, necesitamos hacer ejercicio. Durante esos momentos, podemos sentirnos cansados e incluso cierta sensación de dolor en las articulaciones. Pero hay unas razones para aceptar ese dolor, así que mentalmente no sufrimos en absoluto. Más tarde, al ver cómo nuestra musculatura se desarrolla, incluso nos sentimos felices.”

Mundos en Armonía, Diálogos sobre la acción compasiva.
Dalai Lama (Ed. Oniro, 2001)

Lo mismo anterior se podría señalar acerca del dolor de parto o el dolor muscular de subir una montaña, las que mediante un “sentido” transforman este dolor en goce (sin recurrir, por supuesto, al masoquismo).


Entiendo sin embargo, que muchas veces el dolor crea muros infinitos que nublan o lisa y llanamente bloquean la visión del camino a recorrer, del donde estamos o adonde vamos, por lo que el sentido es quien genera esta “transmutación”, de dolor en goce; la misma, que en sentido contrario, transforma el placer en sufrimiento.

Por ello es que leyendo un poco de metalurgia, me sorprendí con un término que hoy por hoy, muy en boga, define esta trascendental característica humana, de aprender del dolor, para finalmente crecer: RESILIENCIA.

El concepto de resiliencia no es nuevo en la historia, corresponde a un término que surge en la metalurgia y se refiere a la capacidad de los metales de resistir su impacto y recuperar su estructura.

Este término también es usado en medicina, en la que la osteología acuña el concepto para expresar la capacidad de los huesos de crecer en el sentido correcto después de una fractura.

Por otro lado, para las ciencias sociales, la resiliencia correspondería a la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecida o, incluso, transformado (Grotberg, 1996; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). Esta capacidad es sometida a prueba, o más bien dicho se activa frente a situaciones de estrés severo y prolongado, lo que generaría a su vez, una serie de condiciones que provocan mayor resistencia o vulnerabilidad.

Así, frente a circunstancias de mayor vulnerabilidad surgen ideas, habilidades, intuiciones, conocimientos e impulsos que reconectan con la vida, bajo el alero de este impulso a crecer y desarrollarse, aún en situaciones difíciles.

Por ello ahora el dolor (no el sufrimiento) representa para mi una nueva oportunidad cada día, una de las formas con que el cosmos me ayuda a aprender.