miércoles, noviembre 08, 2006

Metáforas de Consciencia




Quejas, alegatos, leves aprehensiones, suaves invitaciones, alegorías melancólicas, saudade… me han llamado a escribir para mantener el curso de este, mi quinto camino. El camino del púlpito virtual y del crecimiento personal.

He pensado en escribir de las formas de aprender, de cómo es imposible, asegurar el aprendizaje de algo, si no es más bien por algún artilugio divino; he pensado en escribir acerca de cómo el sufrimiento, me parece una opción en la infinita gama de posibilidades que nos ofrece la vida. Pensé en escribir acerca de cómo nos identificamos con lo negativo y desestimamos lo positivo, en la sistemática visión del vaso medio vacío….

Sin embargo, dejando un poco el pensamiento de lado, como he intentado hace ya buenos tiempos, me senté a escribir acerca de una linda metáfora de las “partes” del ser humano, de los componentes esenciales de su ser, del sentido último de la vida.

Hace ya unos años, un maestro espiritual, me comentó de una metáfora del ser, que según él, ayudaba mucho para entenderse con algo de perspectiva.




Me dijo:

“Imagina que la estructura del ser humano es semejante a la estructura de una carroza o carruaje. La base física de la estructura, el fundamento material de la carroza, es el carruaje mismo, las ruedas, el sostén, los asientos. En el caso del ser humano, este carruaje material, es el cuerpo físico, estructura de base para siquiera intentar vivir en este plano.

Lo que lleva al carruaje, lo que empuja y da energía al aparato, son los caballos; impetuosos, poderosos, llanos a correr hasta la muerte si es preciso, en pos de seguir el camino. De saltar obstáculos, de subir cerros, de alejarse o acercarse rápidamente de o hacia un punto. En el ser humano, este papel lo desarrollan las emociones, que son el motor endocrino de la energía del cuerpo.

Quien guía al carro, es el cochero, quien le da la dirección, y mantiene en línea los caballos y controlado el carruaje; es quien ajusta las velocidades, y eventualmente quien elige el camino (no el destino). En el caso del ser humano, este papel lo tiene la mente. El más desarrollado de los sentidos, que conjuga, sensaciones y conocimiento, en torno a un objetivo único, llegar a la meta planteada.

Sin embargo, el más importante de todos las partes, el que le da sentido, al coche, a los caballos y al cochero, es el amo; quien decide donde se va, quien es dueño de la meta. En el caso del ser humano, esta tarea la tiene la consciencia… consciencia cósmica, el corazón, el yo interior, el maestro supremo, la divina madre, dios; esa entidad superior que habita en nosotros, pero que generalmente no podemos ver.”

Luego de esta metáfora de consciencia, me quedé pensando en como nos identificamos con solo partes de nosotros mismo, con muestro cuerpo, nuestra mente o nuestra emociones. Pensando que “somos” de tal o cual manera, cuando al parecer, realmente nos identificamos con cierta parte de nuestro ser. No se puede dejar de ser cuerpo, ni se pueden dejar a las emociones de lado, pero si podemos entender que nuestro dios interior, nuestro corazón, es la única esencia, en la que seguramente todos coincidimos, la eterna conciencia cósmica; las demás partes del carruaje, son el transporte para llegar hasta él.
Por ello, siento que es muy importante conectarse con ese yo interior, de religarse (de re-ligión) con nuestro ínitmo ser, para tener un sentido último del viaje, y hacer de este carruaje (como el automovil de Gurdieff) el divino vehículo de desenvolvimiento espiritual.